muerte de colin tippingEl 28 de junio de 2019, tuvo lugar la muerte de Colin Tipping en Atlanta, a las 3:44 pm, en compañía de su esposa JoAnn, sus colaboradores más cercanos, un viejo amigo pasador de almas, y Godfrey O Flaherty de Sudáfrica (el país de Nelson Mandela, del perdón y la reconciliación), el nuevo CEO del Instituto de Perdón Radical International.

Cuando Colin nos anunció su cáncer de recto por primera vez comentó que esto le llevaría a trabajar intensamente cosas aún por sanar, por liberar, por aceptar, por amar en él mismo. Y a mí me vino una ocurrencia que compartí con él por la confianza mutua, con cariño, humor y aceptación. Le dije: – Al menos ¡está cerca de la salida!

Sus coach y seguidores hemos sido puntualmente informados de su evolución con tratamientos y de cómo veía su cáncer. Cuando el cáncer se demostró ineluctable, Colin lo acabó considerando un amigo valioso por todo lo que le ha revelado, y en particular la necesidad de aprender a recibir y aceptar atenciones y amor.

Recibir amor es lo que más nos cuesta a todos. Y aún más a los que se dedican a ayudar a los demás.

No es la primera vez que salen de mi pantalla compañeros espirituales y se muy bien que “trabajar para y con Dios”, asumiendo una misión transcendental de ayuda a los demás, no exime de pruebas mientras uno vive, dándonos la oportunidad de aprender y crecer hasta el final y llegar más ligeros de equipaje del otro lado, dónde seguimos aprendiendo y creciendo.

Servir a Dios y a los demás no es un salvoconducto que nos libre de las pruebas y de la gran prueba que es la muerte. El amor, la dedicación a los demás e incluso crear recursos no constituyen un canje con Dios del tipo: Yo me porto bien y entonces tú me libras de tal o cual cosa. A todos nos toca trabajar sobre nosotros mismos.

Para expresar y sentir mejor el Amor de Dios por nosotros y el nuestro hacia nuestro centro, su morada, pongo a continuación un poema franciscano anónimo que me conmueve profundamente.

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.